Al final del verano, en el EPT de Barcelona, me di cuenta de que necesitaba un psicólogo. Todos los que conozco venían al casino todos los días y, a diferencia de mí, trabajaban silenciosamente y jugaban sesiones maratónicas. En línea, no le prestas atención a esto. No vemos a nuestros competidores, por lo que, cuando nos tomamos un día libre, automáticamente asumimos que todos los demás lo están haciendo. Asimismo, cuando terminamos una sesión, no notamos cuando nuestros oponentes se sientan o abandonan las mesas.
Offline, todo sucede ante nuestros ojos. Te acercas a intercambiar unas palabras con un amigo y te dice que lleva 12 horas jugando y que no piensa irse. Y tú apenas te sentaste a la mesa durante cuatro horas.
Ese viaje exacerbó un problema que ya conocía, pero que ni siquiera intenté solucionar. Antes de las sesiones, a menudo me sentía ansioso, pero lo ignoraba y me sentaba a jugar de todos modos, incluso cuando claramente no estaba listo. Básicamente, me estaba “obligando” a jugar, aunque el proceso en sí no me proporcionaba ningún placer. Como resultado, comencé a contar manos para poder jugar un cierto volumen y terminar rápidamente.
Al mismo tiempo, seguía amando el poker, pero ya no me gustaba jugar. Esto es inaceptable en el poker profesional; te estás metiendo en una situación familiar para muchos trabajadores de oficina: disfrutas de la vida sólo los fines de semana, y el resto de los días, de 9 a 5, te sientas en el trabajo y cuentas los minutos hasta el final del día.
Hace poco leí una biografía del tenista Andy Murray. Casi me rindo ya en el primer capítulo, porque allí habla principalmente de su madre (no quiero ofender a nadie, pero no me interesa para nada, compré el libro para saber de él). Pero aún así me obligué a leer al menos hasta el segundo capítulo y no me arrepiento, lo demás fue simplemente excelente.
En medio de la biografía, Andy cuenta cómo Ivan Lendl comenzó a entrenarlo. Si no me equivoco, Murray había llegado a finales de Grand Slam cuatro veces antes, pero las perdió todas. En toda la historia del tenis nadie ha perdido cinco finales seguidas. Obviamente, en términos de talento, Murray era digno de ganar al menos un Slam, pero la psicología pasó a un primer plano.
En esos momentos, el talento es inútil. Cuando el problema está en tu cabeza, te conviertes en tu mayor rival y puedes hacerte tanto daño que ningún talento podrá salvarte. También puede ocurrir lo contrario: una psique fuerte y estable, multiplicada por el talento, puede llevar a una persona a la cima.
Lendl aconsejó a Murray que se tomara un descanso del tenis con más frecuencia, socializara más con amigos y disfrutara de la vida fuera de la cancha. La búsqueda de su preciado sueño, el primer título de Grand Slam, se convirtió para Andy en una carga insoportable. Estaba bajo presión de todos lados, lo consideraban la única esperanza del tenis británico y, debido a tanta atención, en algún momento casi odió el tenis. En su búsqueda por convertirse en uno de los mejores jugadores de tenis del mundo, Andy olvidó por qué había tomado una raqueta cuando era niño. Y solo había una razón: el amor por el tenis.
Como resultado, Andy logró evitar un anti-récord único, ya que sí ganó en la quinta final. Y luego ganó dos títulos más de Grand Slam, ganó dos medallas de oro olímpicas y se convirtió en el número uno del ranking en medio de la era más difícil y competitiva de la historia del tenis masculino.
A menudo se habla de la grandeza de Federer, Nadal y Djokovic. Pero en 2016, Andy Murray se convirtió en el mejor del mundo y solo las lesiones le impidieron lograr un éxito aún mayor en la cancha.
Vi muchas similitudes con su historia. En algún momento también dejé de jugar al poker por diversión y seguí haciéndolo sólo por necesidad para ganar dinero para pagar las cuentas.
Recientemente, en conversaciones conmigo mismo (y en el blog), a menudo he discutido cómo recuperar esa misma alegría del juego. Al igual que Andy Murray, me convertí en mi peor enemigo. Para él, la barrera psicológica era el deseo de ganar el primer Grand Slam, y para mí era llegar a NL5k-10k+. Si te falta fortaleza mental y, lo que es más importante, confianza en ti mismo, ninguna cantidad de talento te convertirá en un ganador.
Pero logré recuperar mi amor por el juego. Ahora espero con ansias cada próxima sesión, cada vez que me esfuerzo por plantear tareas irresolubles a mis oponentes. Quiero ponerlos nerviosos y que juzguen mal mis rangos, lograr grandes bluffs y hero calls costosos, explotar a los regs y los fishes, jugar un montón de manos y, en última instancia, estar orgulloso de mí mismo cuando lo haga todo.
Entre otras cosas, los viejos vídeos de Ben Sulsky me ayudaron a recuperar mi pasión por el juego. Me inspiré en cómo uno de los mejores jugadores del mundo se adaptaba incluso a aquellos oponentes que jugaban de manera mucho más débil. Esto no impidió que Ben pensara constantemente durante las manos, fuera creativo y pensara cuándo conectar exploits a su juego.
Andy Murray es exactamente el tipo de jugador que aspiro a ser en el poker. Lucha por cada punto, cuida su alimentación, nunca ha bebido alcohol, el tenis es su pasión, aprovecha todo lo que puede darle una ventaja. Pero lo más importante es que siempre da lo mejor de sí.
Por supuesto, Federer, Nadal y Djokovic fueron superiores a Andy en términos de talento natural. Pero en ese memorable año 2016, fue Murray quien se convirtió en rey. Llegó a la cima de su potencial y para mí no hay nada más digno de admirar.
En un mundo donde se celebra el talento natural, prefiero admirar a las personas cuyos resultados superan su talento. Especialmente cuando eran claramente inferiores en talento a los oponentes a los que vencieron.
Entonces, cuando tomes tu próxima hamburguesa con cerveza, recuerda que en algún lugar hay un joven que puede ser inferior a ti en términos de habilidades naturales, pero en términos de aspiraciones y ganas de ganar, ya está por delante de ti. Claramente tiene más posibilidades de alcanzar su potencial.
He pensado mucho en la sensación de ansiedad que tengo antes de las sesiones. Fue causado por ciertas situaciones de la vida. Por ejemplo, comprar mi propia casa se convirtió en un gran estrés sobre el que no podía decidirme durante mucho tiempo. Sin embargo, el principal problema resultó ser que mi cerebro había asociado durante mucho tiempo el poker con el estrés y la incomodidad, por lo que inconscientemente comencé a tener miedo de sentarme en las mesas.
Nunca he trabajado con psicólogos del poker. Ni siquiera tuve entrenadores de poker. Me puse en contacto con ellos dos veces durante mi carrera, pero en ambas ocasiones durante el proceso de negociación hubo un fuerte upswing y el asunto no llegó a detalles específicos. Al darme cuenta de que necesitaba ayuda de un psicólogo, acepté que tenía un problema. Este es un paso importante en el camino hacia la curación. Comprender la situación me permitió realizar un análisis para ver si podía encontrar una solución por mí mismo. Y parece que puedo. Así que por ahora decidí no buscar ayuda de especialistas. Quizás vuelva a abordar este tema en el futuro, especialmente si todavía tengo un bloqueo mental para escalar los límites. Hasta finales de este año planeo grindear NL500-2k, y a principios de 2024 volveré a intentar alcanzar límites más altos.
Esta publicación ya es larga, así que la terminaré aquí. La semana pasada jugué 5 días seguidos por primera vez en mucho tiempo. En las últimas dos sesiones, sentí que había dejado dinero sobre la mesa cuando terminé. El juego fue muy bueno. Pero no puedes volverte perfecto de inmediato. Por el momento, mi principal objetivo es jugar a menudo y de forma constante, y el volumen y las ganancias irán llegando gradualmente.
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